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Preguntas

por Nathaly Guamán*

Foto, Silvia Echevarría



La puesta en escena de Penitentes me muestra cuerpos que -con el texto como intermediario-preguntan y repreguntan al autor, al espectador y a sí sobre la culpa, el arrepentimiento y el autocastigo como redención, alivio y placer, en medio de la mercantilización capitalista del cuerpo.


La distribución del espacio despierta la necesidad de verlos de cerca, de mirar el rostro y no la nuca, el pecho y no la espalda. Una pantalla me muestra un dedo, una boca, el botón de una camisa o un libro. No compensa la distancia, la prolonga. La falta me cuestiona, ¿cómo se observa esto desde el otro lugar? He allí la empatía: a partir de saberme limitada por mi posición en el espacio, ansío colocarme -un instante- en el lugar del otro. Una decisión consciente y un acierto de la puesta: provocar en el público el deseo de observar a “los invisibles”.


Las preguntas flotan en el aire desde el primer momento. Los sonidos viscerales en la completa oscuridad a modo de alaridos y gemidos de placer-dolor, dolor-muerte, muerte-placer desbordan de preguntas que interpelan y dialogan con el espectador. ¿Podría ser cómoda tal disrupción en el imaginario heteronormado y curuchupa? La incomodidad de no poder mirarlos se parece a la incomodidad de no poder mirarnos.


Asumida mi incomodidad y en la imposibilidad de ver lo que el otro ve, me involucro en lo que ocurre. Recibo y vivencio la técnica como espectadora: sin percatarme totalmente de su presencia, respirándola sin saber que existe.


Luego reflexiono. Indiscutiblemente me transformaron las preguntas del actor enredadas y desenredadas en la palabra, la acción física y la composición corporal. Quizá en la acción transformadora está el potencial transformador del teatro.


*Actriz en formación y Psicóloga.

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