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  • Foto del escritorLeón Sierra Páez

Los libros son mis maestros*


Palabras por el libro y el maestro

Los libros son mis maestros; los autores, mis amigos; sus palabras, el aire que respiro. Soy actor, poeta, dramaturgo, hago comunicación y cine, todas ellas actividades vinculadas con la escritura. Mi relación con las letras es estrecha y goza de un amor apasionado. No siempre fue así. En el colegio perdí un año, en Literatura justamente, por razones que no vienen al caso este momento; el asunto es que esta mañana quiero demostrarles que las estanterías de los libros, me duelen tanto como los teatros vacíos o los maestros a los que olvidamos.

En un teatro, una mujer, trémula, quizá sofocada por el rubor que siente fente a un hombre hermoso y extrañamente andrajoso y maloliente, dice esto: Con cada vez que te veo nueva admiración me das, y cuando te miro más, aún más mirarte deseo. Ojos hidrópicos creo, que mis ojos deben ser, pues cuando es muerte el beber, beben más, y desta suerte, viendo que el ver me da muerte, estoy muriendo por ver. ¡Pero véate yo y muera, que no sé, rendido ya, si el verte muerte me da, el no verte que me diera! Fuera más que muerte fiera, ira, rabia y dolor fuerte. Fuera muerte. Desta suerte, su rigor he ponderado, pues dar la vida a un desdichado, es dar a un dichoso muerte.

Blanca Portillo haciendo de Segismundo.

Vestida de hombre, de soldado, Rosaura habla y cuenta la incomprensible sensación que le ronda cuando ve a Segismundo en su lecho de cárcel, como un despojo viviente. Su monólogo está publicado, en un texto que vió la luz en 1637, un año después de haber sido escrita y estrenada por Pedro Calderón de la Barca. ¿Pero cómo puede ser que una obra de teatro haya sido estrenada sin ser publicada? ¿No es acaso necesario que las palabras estén contenidas en un libro, que ha salido de una imprenta, bendecida por la mano editorial, que a su vez está sacralizada por alguna academia que da la autorización para que una obra vea la luz? Quiero recordarles el lema con el que nace la Real Academia Española de la Lengua: Limpia, Fija y da Esplendor. No quiero aburrirles con charlas insustanciales, tampoco quiero parecerme a un profesor de colegio, ese que todos recordamos, lamentablemente, que no supo seducirnos, y no como aquel -o aquella- que nos enamoró con fórmulas químicas, con dibujos imposibles, con ecuaciones mágicas… Ese que dejaba traslucir su vivencia personal, mientras hablaba de los accidentes literarios, o de corrientes filosóficas. Hablo de amor platónico, en el sentido estrico que lo planteara el griego en su maravilloso Banquete: El amor que reproduce sabiduría, que hace del afecto una comunidad de hombres.

RAE

Volviendo a Calderón de la Barca y a la Real Academia, y a su lema, les invito a reflexionar sobre lo vivo que está el idioma, en la calle, en el patio de recreo, antes, en el patio del corral de comedias; y es que hay algo que nos une, a ustedes y a mí: la vida de la calle. Yo soy actor de Teatro (a veces de Cine), ustedes, alumnos de una academia colegial, el Bachillerato o la Universidad y somos nosotros quienes hacemos de la lengua un instrumento vivo. ¿Sabían ustedes que sin el Teatro, la lengua española no sería tal y como la conocemos ahora? Durante aproximadamente 150 años, en el Siglo de Oro, en los corrales de comedias, que eran como las casas del centro de Quito, con un patio en medio de la edificiación, los dramaturgos escribieron miles de obas de teatro que fueron degustadas por nobles y plebeyos, por comerciantes y gente culta, por niños y ancianos, por jóvenes que enriquecieron su lenguaje a punta de vino, jamón, queso y pan… como en el recreo. Ahí, la lengua española, que se forjó en el clasicismo renacentista, se enriquece, precisamente al retorcerse, al ceder a la vida que está en el patio del corral, que como en el recreo, alberga el uso de la lengua. Imagínense esos corrales de comedias, con gente sentada en el patio, bebiendo, riendo, comiendo: brow, mijín, dame chance, mijitrix… La lengua está viva, es un fenómeno, no un objeto inane. «Letras sin virtud, son perlas en el muladar» decía el Manco de Lepanto, ¿Saben quien es? Miguel de Cervantes, uno de los más grandes escritores de la lengua española o castellana, sin embargo él mismo llamaba a Lope de Vega, quizá el dramaturgo más grande del Siglo de Oro: “Monstruo de la Naturaleza”, reconociendo su capacidad, admirándola y dándole el lugar académico que finalmente todos reconocemos hoy en día.

Corral de comedias